“Los investigadores que conozco han tenido que irse fuera a trabajar”
El 73% de los jóvenes investigadores españoles podrían emigrar al extranjero durante este año. Es el caso de Sara, una ingeniera electrónica que desde el pasado noviembre trabaja en la Universidad de Brístol. Participa en un proyecto que se extenderá a lo largo de dos años y “después, si puedo quedarme, lo haré”.
Hasta 2014, esta joven de 31 años, procedente de Macotera, en la provincia de Salamanca, contaba con una beca para realizar el doctorado en la Universidad Politécnica de Madrid. “No había medios y trabajaba para mi jefe, sin poder dedicar tiempo a mi proyecto”, relata Sara, que cree que “España no está para investigar”. Gracias a los contactos que tejió, logró una oferta en Brístol. “El dinero que el Estado ha invertido en mi educación, yo no puedo devolverlo. ¿Qué puedo hacer? Compraré naranjas españolas en el Sainsbury’s”, asevera con ironía.
Pendiente solo de defender su tesis esta próxima primavera, Sara saltó a Reino Unido a finales del año pasado. “Aún no soy doctora, pero aquí no hay titulitis como en España”, puntualiza la salmantina respecto al acceso a su nuevo puesto, donde estudia la fiabilidad de dispositivos electrónicos: “Investigo, a través de técnicas ópticas, el funcionamiento de los aparatos electrónicos en el tiempo y cómo pueden fallar”, explica.
El proyecto, de financiación privada, lo desarrolla un equipo de veinte personas, de diferentes nacionalidades y con diversos niveles de formación. “En España también hay extranjeros investigando, pero buena parte de ellos lo hacen porque disponen de becas como la ‘Marie Curie’, a diferencia de aquí, donde son simples empleados”, cuenta Sara. En referencia al trabajo en sí, manifiesta que “el día a día es parecido, pero en las reuniones aquí son más eficientes”. Además, percibe que en Reino Unido hay un mayor grado de inversión, aunque reconoce que no lo noto a simple vista ya que emplea técnicas que no había usado antes.
“Si mi plaza existiera en España, pagarían mal”, dice Sara, que añade que toda la gente que conoce que terminó el doctorado ha tenido que emigrar para poder ejercer su profesión: “Allí dependes de becas y eso además te genera inseguridad laboral”. No obstante, aclara que volvería si tuviera la oportunidad: “Cuando quiera establecerme, lo haré como ingeniera, que me da más seguridad que la investigación”.
Sara, que vive por primera vez sola en el barrio de Hotwells, pasa su tiempo libre con sus compañeros extranjeros. Critica los estándares de limpieza de Gran Bretaña y comparte sus dificultades con el inglés: “La lengua que uno estudia es distinta a la que se habla. Entiendo mejor a los extranjeros, creo que los británicos son un poco inconscientes de nuestras dificultades, porque ellos no aprenden otro idioma”. La ingeniera termina con una demanda que parece imposible de satisfacer: “Me gustaría saber cómo me escuchan los de aquí”.
Artículo escrito por Antonio Pozueco
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