Curiosidades

Un viaje al Londres de la II Guerra Mundial

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Ilustración: alternatehistory.com

El 3 de septiembre de 1939, a las 11.15, Reino Unido se detuvo para oír una declaración que pudo preocupar a muchos, pero que a pocos cogía por sorpresa. Desde los estudios de la BBC, el primer ministro británico Neville Chamberlain anunciaba que el embajador del Reino Unido en Berlín había entregado a Alemania una declaración de guerra. Desde la ocupación por las tropas hitlerianas de Checoslovaquia, la única duda era saber no sí el país británico entablaría un conflicto bélico contra las tropas del Eje, sino cuándo lo haría.

 

Los meses anteriores habían transcurridos inmersos en una especie de calma tensa, en la cual se habían llevado a cabo ensayos militares, simulacros de evacuación en centros de trabajo y colegios así como campañas de reclutamiento. A principios de agosto se había anunciado que comenzaba un programa para racionar el combustible, y ese mismo mes se aprobó también la Emergency Powers Act, una serie de ordenanzas que regulaban varios aspectos pero que se centraban en el mantenimiento del orden público, y que incluía medidas como detenciones sin juicio ante supuestos como espionaje o subversión e incluso la aplicación de la pena de muerte. Aunque inicialmente el plazo de vigencia de esta ley era de un año, fue prorrogada y se aplicó durante la totalidad del conflicto.
Los días posteriores a la declaración  de guerra fueron de una actividad frenética. Todos los reservistas fueron llamados a filas, y los medios de comunicación fueron reestructurados de modo que estos debían dar prioridad a cualquier asunto relacionado con el conflicto.

London World War II

Londres en particular vivió un proceso particular, y durante días hubo cientos de autobuses y trenes que partían y venían a la ciudad transportando a decenas de miles de personas. Niños y bebés salían de la ciudad rumbo a los pueblos y ciudades de menor tamaño situadas en otras zonas del país, donde eran acogidos por familiares y amigos. Paralelamente, a la capital llegaron centenares de reservistas y personas llamadas a trabajar en los talleres y fábricas que proporcionarían material bélico para el conflicto que iba a comenzar. Londres llegó a alcanzar su pico histórico de población, superando ampliamente los 8 millones de ciudadanos, un número que sólo en fechas recientes se ha podido superar. Los pocos televisores de la época se quedaron sin señal, ya que la BBC decidió cortar las retransmisiones y centrar sus recursos en la radio. Comenzaron los apagones nocturnos, cuya intención era dificultar la identificación de las ciudades a fin de evitar los bombardeos, e incluso un monumento como el Big Ben fue silenciado.

El sonido de las sirenas antiaéreas se hizo normal entre los londinenses, y aunque algunas veces no iban seguidas de un bombardeo, en bastantes ocasiones fueron útiles para evitar miles de muertes de civiles. A pesar de que nunca llegó a haber un ataque químico, todos los ciudadanos contaban con máscaras antigás que siempre debían portar con ellos. El miedo a un enemigo invisible, cuyos efectos habían sido comprobados por los más veteranos en la llamada “Gran Guerra”, hacía que cundiese el pánico cada vez que desde el gobierno se solicitaba hacer uso las máscaras. No obstante, su uso fue decayendo cuando se vio que se eludía el uso de armas químicas.

London World War II

Londres se acostumbró a los bombardeos, y tan significativa ha sido esa fase en la historia de la ciudad que incluso fue bautizada por políticos e historiadores: Blitz. Desde el 7 de septiembre de 1940, hasta el 10 de mayo de 1941, la capital británica fue sistemáticamente atacada por la aviación alemana. En esos 8 meses, la peor parte fue la primera, cuando la ciudad fue bombardeada de forma seguida 56 días y noches. Aún a día de hoy se desconoce con exactitud el número de muertos y heridos, pero se cree que más 43.000 personas perecieron, y al menos 140.000 resultaron heridos, amén de los numerosos daños materiales en los edificios así como en agotamiento psicológico que esta situación provocó entre la población. Desde el ministerio de Interior se promovió entre los ciudadanos la construcción de refugios, y en el curso de menos de un año se construyeron más de dos millones. Aquellos con menos poder adquisitivo decidieron hacer uso del metro como refugio, y cada noche más de 200.000 personas trataban de dormir en algún hueco de la red de transporte subterráneo de la capital.

La necesidad de concentrar todos los recursos posibles en el conflicto así como el bloqueo a los suministros hizo que en cuestión de semanas algunos productos desaparecieran del mercado. Alimentos básicos en la dieta británica como el beicon o la mantequilla fueron los primeros en agotarse, y a ello le siguieron otros de carácter menos perecedero como el té y las galletas. Se impusieron las cartillas de racionamiento por todo el país, al tiempo que paralelamente se desarrollaba un mercado negro donde se pagaban ingentes cantidades de dinero por productos hasta hace poco, habituales. Como medida de contrapeso, se promovió entre los ciudadanos el auto cultivo de vegetales, y en el curso de meses todos los jardines y parques se llenaron de zanahorias y patatas que servían como complemento a los productos facilitados por el Gobierno.

London World War II

El fútbol, uno de los principales pasatiempos de los británicos en general y de los londinenses en particular se vio interrumpido durante la totalidad del conflicto. Pero ante una realidad tan dura, las autoridades comprendieron que la población precisaba de ciertas vías de escape. Si la primera fase del conflicto se caracterizó por su austeridad, en cuanto cesaron los bombardeos la vida social cobró un impulso jamás visto antes. Decenas de películas y musicales fueron estrenados en ese período, y a los cines y teatros abarrotados se sumaron las discotecas. Incluso con la llegada de ciudadanos foráneos que buscaban refugio allí o con las tropas aliadas que desembarcaban en Londres se produjeron ciertos intercambios culturales que trajeron nuevos estilos de música como el jazz, de los que hasta la fecha no se había oído hablar.

A pesar de las dificultades, se generó un sentimiento de hermanamiento. Las diferencias entre regiones o clases se aparcaron temporalmente, y durante el conflicto personas que jamás hubieran cruzado una palabra en otras circunstancias se convirtieron en amigos. El cambio del curso de la guerra, con las tropas del Eje cada vez más recluidas, supuso un impulso a la moral del país, que a pesar de seguir viviendo las carencias implícitas a la guerra, intuía que el final estaba cada vez más cerca.

Así fue, a grandes trazos, la vida en el Reino Unido en general y Londres en particular durante la II Guerra Mundial. Un conflicto que terminó con la vida de uno de cada cien británicos, pero que cambió para siempre la vida y la actitud ante la misma de todos los que sobrevivieron a este periodo.


Artículo escrito por Antonio Capilla Vega

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