Entrevistas

La voz de una generación (9) – Pilar

Pilar (26 años, Córdoba)

Pilar (26 años, Córdoba)

“Pensamos que por vivir fuera, se nos hace el oído a una nueva lengua, pero para aprender hay que estudiar”

“¡Nos vamos con Javi!”, exclamaba Pilar a finales de 2013 cuando, recién terminados sus estudios de Arte Dramático, decidió mudarse a Brístol con su novio: “Estaba explotada en un bar, echaba muchas horas mal pagadas y no coincidía en mi tiempo libre con mis amigos. Mis opciones laborales pasaban por pagar yo en vez de que me pagaran, así que con el dinero ahorrado decidimos irnos a aprender inglés”.

“Fue el 19 de enero de 2014. El día antes estaba muy nerviosa, pensaba cosas como que iba a aprender inglés en un mes”, recuerda Pilar, que ya en tierra inglesa tuvo que enfrentarse a su primer reto, encontrar un McDonald’s: “Lo había visto en el autobús, pensaba que estaba muy cerca de la casa de nuestro amigo (que les hospedaba), pero la caminata nos llevó de Horfield a Cabot Circus, y yo tenía miedo a la vuelta porque se nos hizo de noche”. En la casa de su amigo, donde vivían más españoles, compartieron la habitación de Javi entre cuatro la primera semana, porque la novia del chico estaba de visita: “Nos acogieron como si fuéramos amigos de toda la vida, ya el segundo día nos invitaron a un partido de fútbol de italianos contra españoles”. Estuvieron ahí doce días: “Mi novio y yo discutíamos que si primero buscar casa o trabajo”, señala la chica. Finalmente, fue la casa.

Encontraron alojamiento a través de un español que trabaja en una agencia inmobiliaria. “La casa era un esperpento (respecto a la limpieza, el orden y la convivencia) y la casera, un personaje. Vivía al lado y podía venir en cualquier momento, a veces borracha”, afirma la cordobesa, cuyo cuarto tenía llave, y era allí donde la pareja hacía la mayor parte de la vida doméstica.

Pilar tuvo su primera entrevista de trabajo un día de enero a las siete de la mañana. Después de una hora completando el formulario de una agencia de empleo, llegó el desafío de su primera entrevista en inglés: “Duró una hora y me sonaba todo a chino. Ellos se reían, y yo también. Cuando salí, le tuve que preguntar a la chica española con la que la había coincidido que cuál era el trabajo”, rememora Pilar sonriendo, que añade que en otra ocasión dijo “no” cuando le preguntaron si trabajaba bien bajo presión.

La cordobesa, que temía el teléfono cada vez que le llamaban con una oferta de empleo, terminó accediendo a un puesto de limpiadora en un hotel. “Empecé trabajando quince horas, y llegué a hacer hasta treinta, dependiendo del personal, a veces la gente salía de fiesta un sábado y llamaba el domingo diciendo que estaban enfermos”, explica Pilar, que tenía un contrato de cero horas y que no cobraba por tiempo trabajado, sino en función de las habitaciones que limpiaba: “Si me llevaba más tiempo, no me pagaban más”. Sus compañeras, que cambiaban constantemente, eran sobre todo polacas y españolas, siendo en estas últimas en las que Pilar más se apoyaba.

El amigo Javi le acabaría dando el relevo en la cafetería de un museo, donde ejerce de friegaplatos desde el pasado septiembre. “Trabajo en torno a las treinta horas, tres o cuatro días a la semana, en función de la demanda. El trato es muy bueno y casi todos mis compañeros son ingleses, aunque tengo un “seguro” mexicano”, cuenta Pilar, que, por las mismas fechas, ocupó con su pareja el lugar de unos amigos en un estudio.

España vs. Inglaterra

“En España el jefe está muy encima y el encargado, bajo mucha presión, que pasa a los empleados. Aquí no andan escasos de personal, el trato es más cordial y te dan las gracias por el trabajo realizado. Allí eres tú el que tienes que dar las gracias por tener el trabajo”, explica la chica que, no obstante, ve en España un abanico más amplio de posibilidades más allá del terreno laboral: “En Reino Unido tengo miedo a hacer cosas como cursos por el idioma. Allí pensamos que por vivir fuera, se nos hace el oído a una nueva lengua, pero para aprender hay que estudiar”. Aunque no sea su prioridad, reconoce que el inglés le dificulta el acceso a otra gente.

“Aprecio el “gracias” en el trabajo, el valor que se le da al buen tiempo, aquí cuando hace sol la gente se tira en el césped hasta con traje”, declara Pilar, que además incide en que en las entrevistas de trabajo se valoran más las cualidades del individuo que la educación o el “peso” del currículum. Superada la barrera idiomática, en el entorno laboral “no te discriminan por ser extranjero”, añade, “y en Brístol no hay prejuicios por la apariencia”.

La llamada de España

Pilar apunta cierta inestabilidad entre sus amistades, por la diferencia de horarios, porque unos se van, aunque otros vienen (ha acogido a amigos novatos en su casa). “Mirando mi realidad racionalmente, no veo motivos para irme, pero necesito a mis amigos de siempre, a mi familia, necesito una estabilidad donde la gente que me rodea tenga los mismos horarios, donde no haga falta pedir días para hacer cosas comunes. Al principio estaba más abierta a quedarme, pero ahora creo que la estabilidad solo la tendré en España, porque el idioma me frena, no me voy a expresar de la misma manera en inglés”, manifiesta la andaluza.

En septiembre Pilar inicia un módulo de márketing a distancia, le gustaría dedicarse a la producción artística: “Cuando estudié descubrí el mundo detrás de las bambalinas, que me llena más que ser actriz”. ¿Y después? “No me voy a ir para hacer algo peor, lo haré cuando crea que tengo oportunidades. No tengo prisa”, concluye.

Artículo escrito por Antonio Pozueco

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